En la actualidad.
Sandra sonríe. No es una sonrisa disimulada, es una sonrisa abierta y cargada de chulería, incluso aderezada con algún que otro sonidillo prepotente.
A Jairo no le ha pasado desapercibida, al igual que todo lo demás que hace la chica. Qué fastidio tener que estar pegado a ella a todas horas, todos los días, y todas las semanas, él, que estaba acostumbrado a estar solo. Aunque la verdad es que supone una deliciosa tortura, pero eso no lo reconocería nunca, y menos después de lo que pasó. La sinceridad se ha acabado.
Sandra mira de reojo a Jairo. Está serio, pensativo. ¿No se da cuenta de que las esposas han provocado que una pequeña parte de la pintura de la puerta se haya desconchado? ¿De verdad que no se ha dado cuenta? ¿Ni siquiera al verla sobreactuar? Parece mentira, con lo observador que es. Lo mira unos segundos más. Sus ojos están cubiertos por los cristales oscuros de las Rayban, pero aunque estuvieran destapados sería lo mismo. Jairo es un experto en ocultar sus verdaderas emociones, de eso ya se dio cuenta hace tiempo.
¿En serio no ha reparado en el desperfecto que el metal ha causado en la tapicería? Pues nada. Tarde o temprano reparará en ello. Y seguro que le jode. Sandra suelta una pequeña risita, es su último intento fallido. Pero Jairo no aparta la vista de la carretera.
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