domingo, 26 de febrero de 2012

Fragmento 2: Flores para mi tumba

Un año y medio antes.
- ¿Pero qué es todo esto? – Pregunta el padre mientras deja el abrigo sobre una silla, mirando la ingente cantidad de comida que hay sobre la mesa. - ¿Va a venir a comer un regimiento o algo así?
- Algo así. – Sandra le da un apresurado beso en la mejilla y se dirige veloz a la alacena. De ahí saca cuatro platos y los coloca sobre el mantel.
En ese momento aparece la madre, ataviada con un delantal, seguida por su hermana pequeña. Le da un beso fugaz a su marido y se dirige a la fregadera.
- ¡Hola renacuaja! – Exclama el hombre, y la pequeña corre a sus brazos. – Tu hermana está en la edad del pavo y no me hace caso. Pero seguro que tú sí. – Sonríe con malicia y le da un beso de gnomo en la nariz. - Cuéntame, ¿qué celebramos?
- Celebramos que Sandra ha sacado sobresalientes en todos los exámenes.
- No Elisa, en todos no. Aún tengo que realizar algunos más.
- Así que todo sobresalientes, ¿eh? – Dice el padre soltando a la niña y dirigiéndose hacia su hija mayor. – Esta niña nos va a sacar de pobres María, te lo digo yo. – Y le da un largo y sonoro beso en la frente, muy diferente a los que él ha recibido.
- Bueno, aún me queda por hacer el de Filosofía y el de Matemáticas.
- El último esfuerzo hija – dice la madre, mientras llena la jarra de agua – el último esfuerzo – repite – y el fin del trimestre vendrá enseguida.
Sandra hace un mohín. Sabe por qué su madre hace tanto hincapié en eso. Es por el tema de la fiesta de cumpleaños de Clara. Se lo ha comentado hace un momento y no quiere que vaya, por miedo a que se descuide en sus estudios. ¿Descuidarse Sandra en los estudios? Eso sí que sería inaudito.
- Mamá, el fin del trimestre no significa descanso. Sólo significa el comienzo de la selectividad.

La familia se sienta a la mesa y comienzan a pasarse unos a otros las diversas fuentes, en una curiosa danza sincronizada. La jarra de agua por aquí, la panera por allá, la fuente de ensalada que pasa por encima de la salsera haciendo acrobacias…
- Por eso te digo, hija, que ya que te has esforzado tanto, que no lo eches todo a perder… - Insiste la mujer.
- ¿Me he perdido algo? – Pregunta el padre, que es completamente ignorado por las dos mujeres de la casa. Sólo su hija pequeña le hace una graciosa mueca, mientras le enseña un ravioli que tiene pinchado en la punta del tenedor.
- No voy a echar todo a perder por que salga un sábado por la noche. Pásame la sal. – Sandra espolvorea ligeramente la ensalada. - Además nunca salgo, para una vez que tengo oportunidad…
- Seguro que en verano tienes cientos de oportunidades. Ahora no es el momento. – Sentencia María con dulzura, pero con voz firme.
Sandra acepta el dictamen de su madre sin rechistar una palabra más, y decide olvidar el tema de la fiesta.

María sonríe para sus adentros. Qué fácil es esta chiquilla, qué suerte han tenido con ella. Siempre tiene una palabra amable en la boca y nunca, en sus diecisiete años, les ha dado ningún quebradero de cabeza. Quizás Ernesto y ella, sobretodo ella, la atan demasiado en corto. Pero no hay más que mirar cómo es su Sandra para saber que ese es el camino correcto. Los resultados saltan a la vista. ¡Qué dulzura de niña! Aunque parecía que le hacía ilusión ir a la fiesta de su amiga… Pero no, enseguida disipa esas pequeñas dudas que acaban de surgir. Ella es su madre. Quién va a saber mejor que ella lo que le conviene a su hija. Y en estos momentos lo que tiene que hacer es estudiar, que ya tendrá tiempo de divertirse en verano.

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